Un artículo de Carlos León Roch
Todos suponemos -y debemos de aceptar- que los candidatos electos de los partidos políticos que han concurrido a las recientes elecciones municipales y autonómicas, lo han hecho guiados por la consecución del bien común, sin excepción … Aunque el ”bien común” que persiguen unos dista mucho del ansiado por otros. Y esto es absolutamente natural y consecuencia de los respectivos programas…
Ante una actuación -limitada por unos presupuestos- las necesidades siempre superan a las posibilidades de ejecución. Así, según las prioridades consecuentes de sus planteamientos, unos considerarán apremiante -por ejemplo- la construcción de unas aulas escolares; mientras que otros pueden valorar, lícitamente, la apremiante necesidad de un Mercado de Abastos…Ambas cuestiones mencionadas entre innumerables proyectos y necesidades. Y tienen toda la legitimidad en la elección…
En esta época, con casi tres millones de parados en nuestro país, situación que exige a los gobiernos un desmesurado aumento del gasto público del Estado y de una Deuda que nuestros descendientes habrán de pagar, los nuevos miles de políticos elegidos deberían de afrontar un ejercicio de modestia, y de austeridad, rebajándose significativamente unas remuneraciones, generalmente excesivamente “generosas” que, además, las han decidido ellos mismos…
Tal vez, a muchos, les parezca anacrónico, o utópico considerar a la actividad política representativa como Servicio y no como Trabajo, actividad laboral esta última que corresponde a los funcionarios públicos.
Los concejales y los diputados (sin cargos ejecutivos) deberían estar para asistir a plenos y Comisiones…y preparar trabajo para los funcionarios.
Y ellos vivir de sus trabajos…
Fuera.