Un artículo de José María García de Tuñón Aza
No es la primera vez que uno lee la siguiente frase atribuida a Ortega y Gasset; «Ser de la izquierda es como ser de la derecha, una de las infinitas maneras que el hombre puede elegir para ser un imbécil: ambas, en efecto, son formas de la hemiplejía moral». Estas palabras, me hicieron recordar siempre lo que escribió el fundador de Falange en el periódico ARRIBA el 9 de enero de 1936 cuando se refería a que los monárquicos eran los más interesados en que la unión de derechas se rehiciese, porque saben que, si no lo hicieran, el cuerpo electoral conservador se iría tras el señor Gil Robles, que les ofrece un programa más cercano y tranquilo. Y añadía: «¿Sabrá el señor Gil Robles resistirse a las zalemas de los unionistas y evitar al mismo tiempo el caer en alianza con elementos averiados? Aquí está el toque, en primer término. Y en segundo término, en evitar que la alineación de quienes se coaliguen contra el marxismo y el separatismo se haga bajo un signo derechista en vez de hacerse bajo un signo nacional». Y José Antonio terminaba estas líneas con palabras que daban un sentido muy parecido a las escritas por el filósofo: «El ser derechista como el ser izquierdista, supone siempre expulsar del alma la mitad de lo que hay que sentir».
Tras años, ausente de su Patria, Ortega regresa de Argentina en febrero de 1942 en el Cabo de Hornos, que hace escala en Lisboa, y en donde se queda hasta que en el verano de 1945 el filósofo cruza la frontera portuguesa y se instala en Zumaya. Pocos días después, el diario ARRIBA publicaba un artículo que, entre otras cosas, decía: «Con intimidad casi familiar para los que hacemos este periódico… la obra y la vida de Ortega está ligada a la nuestra por una serie de causas. José Antonio Primo de Rivera amaba la obra de Ortega; por amarla, alguna vez la combatió y alguna otra se produjo el divorcio entre las dos inteligencias sumamente viriles. En el número 12 de la revista Haz, 5 de diciembre de 1935, Primo de Rivera publicó un artículo, titulado Homenaje y reproche a D. José Ortega y Gasset»
José Antonio le reprochaba que se retirara de su actividad parlamentaria y terminaba su reproche con estas palabras:
Una generación que casi despertó a la inquietud española bajo el signo de Ortega y Gasset se ha impuesto a sí misma, también trágicamente, la misión de vertebrar a España. Muchos de los que se alistaron hubiesen preferido seguir, sin prisas ni arrebatos, la vocación intelectual… Nuestro tiempo no da cuartel. Nos ha correspondido un destino de guerra en el que hay que dejarse sin regateo la piel y las entrañas. Por fidelidad a nuestro destino andamos de lugar en lugar soportando el rubor de las exhibiciones; teniendo que proferir a gritos lo que laboramos en la más silenciosa austeridad; padeciendo la deformidad de los que no nos entienden y de los que no nos quieren entender; derrengándonos en ese absurdo simulacro consuetudinario de conquistar la “opinión pública”, como si el pueblo, que es capaz de amor y de cólera, pudiera ser colectivamente sujeto de opinión… ; todo eso es amargo y difícil, pero no será inútil. Y en esta fecha de plata para don José Ortega y Gasset se le puede ofrecer el regalo de un vaticinio: antes de que se extinga su vida, que todos deseamos larga, y que por ser suya y larga tiene que ser fecunda, llegará un día en que al paso triunfal de esta generación, de la que fue lejano maestro, tenga que exclamar complacido: “¡Esto sí es!”
El hombre que más influencia ha tenido sobre José Antonio
Con Ortega nos encontramos, casi con seguridad, ante el hombre que más influencia ha tenido sobre el fundador de Falange. Recordemos, por ejemplo, lo que nos dejó escrito el filósofo Gustavo Bueno en un artículo titulado La Idea de España en Ortega, donde nos dice, lo que contestó el jonsista Juan Aparicio cuando le preguntaron si había asistido al mitin que el día anterior había dado José Antonio: «No me interesa oír a Ortega en mangas de camisa…». Por otro lado, es bastante lo que sobre esa influencia han escrito muchos falangistas, lo mismo que otras personas que nada tuvieron que ver con Falange. Escribía, por ejemplo, a la muerte de Ortega y Gasset, el periodista José Antonio Cepeda en el diario ovetense La Nueva España: «Los que para llegar a ser falangistas nos dimos primero al estudio de la doctrina legada por Ganivet, Unamuno, Maeztu, Pradera y José Antonio, tuvimos también por fuerza que aceptar, casi por entero, el magisterio de Ortega y Gasset. No nos quedaba otro remedio. La lección de Ortega es como un vivo y fresco manantial en nuestra mente».
Asimismo, recordemos a nuestro querido y recordado amigo, Jaime Suárez, cuando en el año 1949, dirigía la revista La Hora, revista de los estudiantes españoles (SEU), escribió una carta dirigida a Ortega en la que le decía: «José Antonio nos enseñó a tenerle a usted devoción. Todos los que hoy tenemos menos de veinticinco años, es decir, los universitarios, empezamos a conocerle a través de la palabra de José Antonio y después le hemos leído a usted». Al mismo tiempo le pedía una colaboración para la revista. Ortega le contestó y le envió la conferencia que había dado en Berlín a los universitarios. Lo único que pedía para su publicación es que le enviaran las pruebas para que las corrigiera Julián Marías, «que es un gran corrector», decía Ortega.
Y Miguel Ortega, hijo primogénito del filósofo, escribió: «Sabía yo la admiración que José Antonio profesaba a mi padre y leí algunos de sus artículos y discursos en los que ya entonces advertí ideas y aun frases que correspondían inexcusablemente al pensamiento de mi padre, vertido en España invertebrada y en otras obras. Leí también su Homenaje y reproche a José Ortega y Gasset. Fue José Antonio un gran lector de la obra de mi padre y algo más: un joven intelectual de corte orteguiano». Y el filósofo, desde París, siguió las vicisitudes sufridas por José Antonio en Alicante, hasta su trágico final. Incluso creyó que podía haber sido salvado.