viernes, diciembre 13, 2024

“Pablo Neruda y Leopoldo Panero. La poesía que destruye frente a la poesía que promete”

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Un artículo de José María García de Tuñón Aza

Cuando José Antonio pronunció aquellas palabras que decían: «¡Ay del que no sepa levantar, frente a la poesía que destruye, la poesía que promete», no eran, precisamente, palabras vacías ni faltas de contenido porque no pasaría demasiado tiempo sin que un poeta español, Leopoldo Panero, frente al Canto general que escribió el poeta comunista chileno Pablo Neruda, alzará el poeta joseantoniano, su Canto personal expresando así el sentir y el pensar de un grupo de poetas afines a una generación a la que ellos pertenecían y que había quedado en España «entre las encinas y los surcos».

Hay un momento en que Pablo Neruda, nacido en Parral, al sur de Chile, el 12 de julio de 1904, en su Canto general dedica un poema «a Miguel Hernández asesinado (sic) en los presidios de España». Es el siguiente, poema el que, muy probablemente hizo perder la calma al poeta español:

No estoy solo desde que has muerto. Estoy con los que te

buscan.

Estoy con los que un día llegarán a vengarte.

Tú reconocerás mis pasos entre aquellos

que se despeñarán sobre el peso de España

aplastando a Caín para que nos devuelva

los rostros enterrados

Que sepan los que te mataron que pagarán con sangre.

Que sepan los que te dieron tormento que me verán

un día.

Que sepan los malditos que hoy incluyen tu nombre

en sus libros, los Dámasos, los Gerardos, los hijos

de perra, silenciosos cómplices del verdugo,

que no será borrado tu martirio, y tu muerte

caerá sobre toda su luna de cobardes.

Y a los que te negaron en su laurel podrido,

en tierra americana, el espacio que cubres

con tu fluvial corona de rayo desangrado,

déjame darles yo el desdeñosos olvido

porque a mí me quisieron mutilar con tu ausencia.

Leopoldo Panero lee la ofensa y el insulto de Pablo Neruda a sus amigos Dámaso Alonso y Gerardo Diego y desea salir en su defensa: Tus insultos de perra son tu anillo / de Judas, agarrado a tu pescuezo. También porque, en palabras de Dionisio Ridruejo, todo el poema de Neruda es un insulto a España y que queda reflejado, a título de ejemplo, en estos versos: España entró hasta el Sur del Mundo. Agobiados / exploraron la nieve los altos españoles. / El Bío Bío, grave río, / le dijo a España: «Detente»… Así pues, un Martes Santo, 31 de marzo de 1953, marchó Panero a pasar la Semana Santa a su casa de Castrillo, en la provincia de León. La idea de contestar a Neruda le dominaba y se sintió moralmente obligado a hacerlo. Además, tenía la completa seguridad que si el propio Miguel Hernández hubiera vivido habría sido él quien escribiera una carta análoga al poeta chileno de palabra española. En los ocho días que permaneció en Castrillo, compuso la mayor parte del poema, con principio y con final: «podría decirse que era una versión reducida del texto publicado, pero sin que faltase nada esencial» A su regreso a la capital de España es en el bar de nombre exótico Ombú donde Leopoldo Panero sigue escribiendo el poema grande, fluyente y estremecedor que finalizaría a últimos de mayo, en el tiempo pues, en que las acacias han tardado en abrir completamente sus hojas esta primavera, como muy bien nos repite Dionisio Ridruejo.

¡Es tan fácil saber de dónde mana

la rabia de la voz, que cuando hablo

es como si vibrara una campana

interior y profunda! Pablo, Pablo,

ni un obrero te escucha o se despierta

dormido entre la rosa y el establo.

Como el dolor que en el dolor se injerta,

una guerra es a muerte, y sin rescate;

más florece a través la sangre yerta.

Una guerra es un íntimo combate,

y no una voluntad a sangre fría:

donde cae Federico, el agua late;

donde cayó un millón la tierra es mía.

unos caen, otros quedan, nadie dura;

y tan sólo el Alcázar no caía.

Sin embargo, para el poeta Carlos Bousoño en el Canto personal de Panero se halla lo peor de este poeta, aunque al mismo tiempo reconoce que tiene algunos fragmentos excelentes «que yo pondría sin vacilación en una evidentísima antología de su obra», termina diciendo el poeta asturiano. Pero cuando Panero escribió su Canto personal en contestación al Canto general de Pablo Neruda, separados en aquellos momentos por inmensos espacios, no estaba pensando solamente en escribir la poesía que él sabía escribir, sino que quería salir al paso de la ofensa que el poeta chileno hacía a España y a sus amigos Dámaso Alonso y Gerardo Diego.

A la histeria antiespañola de Neruda, opone Panero una caritativa hidalguía, que no le impide alzar la voz cuando el caso lo requiere. De todas las maneras, Pablo Neruda entregó un carta, fechada en la capital de Francia el 27 de septiembre de 1957, a Ángela Figuera Aymerich, escritora española, considerada como una de las principales figuras de la denominada poesía de la Primera Generación de la Postguerra española. Era una carta abierta que comenzaba diciendo: «Queridos poetas españoles, aquí me tienen muy cerca de la tierra española y lleno de sufrimiento por no verla y tocarla…».

En otra entrevista, años más tarde, con Antonio Colinas, poeta, ensayista y novelista, Premio Nacional de Literatura en 1982, vuelve a hablar de su relación con España, mostrándose dolido de que algunos poetas españoles, como el propio Panero, Ridruejo y Rosales le hubieran acusado de antiespañol: «¿Qué puedo yo decir de España, de sus hombres, de sus tierras? España es una parte muy importante de mi vida: un parte extraordinariamente grave, profunda y decisiva en mi historia personal…».

Para el escritor cubano Gastón Baquero, Pablo Neruda fue un grandísimo poeta, pero Neruda ha muerto, como poeta, a manos del Neruda político. Según el mismo escritor, Neruda no hace otra cosa que seguir la consigna que le marca el comunismo que le tiene por uno de sus voceadores. Por otro lado, Baquero condena Canto general, libro que demuestra sin lugar a duda que Neruda se vació y quedó muerto después de su gran parto. Fue para el cubano un libro indignante no sólo por la enorme cantidad de tonterías que dice, sino por el desprecio a la inteligencia del lector que supone decirles en esa forma. «Pero hubo particularmente una voz, la de Leopoldo Panero, que ofreció a la América y a España un espectáculo maravilloso: el de producirse en gran poeta y en gran cristiano al responder a Neruda».

Así, pues, la voz de Panero, sincera, recia y vigorosa; que escribió una carta de hermano, que se duele con el hermano de la mentira brutal: opone caridad al odio, y opone verdad al amaño de la propaganda. Con su contestación Leopoldo Panero «se coloca definitivamente en el sitio que le corresponde en la poesía española». Y enfrente de la poesía que destruye.

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