domingo, octubre 6, 2024

“Cosas que ocurren por ahí”

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Un artículo de Pepe Aguado

No cabe ninguna duda de que “hay gente pa to” y que, aunque estemos ya en el siglo XXI, se mantienen por ahí algunas costumbres y tradiciones que se necesita verlas para creerlas. Hoy vamos a dar de lado a la política, para exponeros algunas experiencias que parecen verdaderamente increíbles.

Si viajáis por Europa e incluso por América, encontraréis inevitablemente diferencias; pero no llegan a ser sorprendentes o ni siquiera llamativas. En cambio, si saltáis a Extremo Oriente, veréis sin duda algo que os sorprenderá. Empezaremos contando aventuras de China.

Al hacer la programación del viaje, encontré algo que no quería dejar de ver, por su llamativa condición. Se trataba del Mercado de Solteros de Shanghai.

Nos acercamos a la zona donde suponíamos que se encontraba y, como nadie me comprendía si preguntaba por el “Single People Market, desistimos de nuestro empeño y nos metimos en un museo, donde tuvimos también la oportunidad de encontrar una experiencia insólita.

Resulta que, al pasar el inevitable control de mochilas y bolsos, apareció la botella de agua que suele acompañarnos siempre en nuestras caminatas. Acatando respetuosamente las normas, hicimos sumiso ademán de entregársela a la señorita que la había detectado; pero ella, en vez de recogerla, la rechazó y dijo con amabilidad: “Drink” (“Beba”). La Bea (que es mi “cónyuja”, dicho en lenguaje igualitario) empezó a beber y la controladora dijo enseguida “Enough” (“Basta”) y, segura de que no se trataba de algún explosivo, nos permitió entrar con la botella. Este sistema de control es rudimentario y muy antiguo y, al mismo tiempo, gratuito y tan eficaz como el mejor artefacto electrónico.

Esto me recuerda la discusión que tuve con un Guardia Civil empeñado en que dejase un botellín de vino en el control de equipaje de mano de Barajas. Él me dijo tajante: “Se ponga usted como se ponga, el vino no pasa”. Yo le aseguré: “Verá usted que sí”. Efectivamente: el vino pasó dentro de mi estómago.

Volvamos a Shanghai.

Al salir del museo, yo seguía resistiéndome a claudicar y renunciar a ver en qué consistía el Mercado de Solteros. Decidí quemar el último cartucho y pregunté a una chinita.

¡Albricias! Hubo tanta suerte, que nos acompañó amablemente hasta nuestro destino. ¡Lo conseguimos!

Quedamos completamente sorprendidos por lo que encontramos allí: calles y más calles y metros y más metros llenos de paraguas abiertos, que tenían un letrero en el que se explicaban, con toda claridad para los que sepan chino, las cualidades del vástago que estaba en oferta, los requisitos que se exigían al aspirante y el número del teléfono de contacto.

En nuestra cultura occidental tenemos las agencias matrimoniales, que sirven para lo mismo; pero no son tan pintorescas.

Antes de emprender el viaje, algunos amigos nos dijeron que “aquello está lleno de chinos”. Era una observación que, tanto el que me la decía como yo que la captaba, nos la tomamos a puro cachondeíto; pero, cuando estás in situ, compruebas enseguida que es una realidad evidente.

La víspera de nuestro regreso, caminábamos tranquilamente para dar un paseo nocturno por el Bund (que es un paseo marítimo; pero con río en vez de mar) y, de buenas a primeras, nos paró la policía y nos dijo que cruzásemos a la acera de enfrente. Bueno… de lo que nos dijo no tengo ni idea; pero comprendí perfectamente la seña que hizo con la mano y obedecimos, sin saber por qué.

Pronto me di cuenta, al ver que por la acera prohibida avanzaba, en sentido contrario al nuestro, una avalancha enorme, arrolladora e inconcebible de cuerpos humanos. De no haber organizado la circulación peatonal para ir por aceras diferentes, según el sentido, hubiese sido imposible avanzar. Fue la mejor demostración de que es verdad que China está no sólo llena, sino rebosante de chinos.

Algunos recordaréis que los humoristas Tip y Coll tenían un programa de televisión, que terminaba siempre con la frase: “La próxima semana, hablaremos del Gobierno”. Por razones obvias, nunca cumplieron su palabra. Yo, en cambio (como dice Sánchez, aunque no lo hace), sí cumplo lo que prometo. En la próxima publicación, hablaremos del Gobierno.

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