“No hay nada más certero en nuestra vida que la Naturaleza, ella no miente jamás”
Ecologismo totalitarista, igual a oportunismo.
Para el que no me conozca, que sirva de precedente a este artículo, el hecho de que mi apodo oficial es “Diego el ecológico”, “El Eco” para los amigos. Y no es una casualidad, ya que cuando la mayoría de ustedes no había oído casi nada acerca de cuidar la Naturaleza, yo ya luchaba por defenderla. Esto me llevo a implicarme en el primer eslabón del destrozo que le hemos causado a este planeta, la comida, y acabé siendo uno de los más importantes impulsores, y practicantes a gran escala, de la mal llamada “agricultura ecológica”.
He de reconocer que yo mismo cuando era muy joven, albergaba la esperanza de que podríamos vivir sin hacer daño, y prácticamente de la misma forma que lo solemos hacer. Aplicando energías renovables, cultivando sin químicos, reciclando, y todas esas “historias para no dormir” con las que les machacan a ustedes constantemente actualmente.
Sin embargo, cuando comencé a cultivar la tierra como forma de vida, empecé a darme cuenta de cosas que hasta ese momento no me había planteado, y que gracias al contacto directo con la Naturaleza que la producción de comida natural te brinda, aprendes de primera mano. No hay nada más certero en nuestras vidas que la Naturaleza, ella no miente jamás.
La inmensa mayoría de gente jamás se ha planteado que lo que verdaderamente nos define como “humanos” y nos hace diferentes a otras formas de vida, no es una cualidad intrínseca de nuestra especie, ni un rasgo físico, ya que básicamente somos un mono. Lo que nos define como humanos, o, mejor dicho, como humanos civilizados, es el hecho de que somos la única forma de vida de este planeta que se “fabrica” su propia comida. Pero no se queda la cosa ahí, en segundo lugar, lo que más nos define como especie es que esa comida que fabricamos la cocinamos en su mayor parte, cosa que ningún otro ser vivo de nuestro planeta hace. Y como tercer paso, en las últimas décadas además transformamos y procesamos los alimentos. Y como remate final, refinamos nutrientes o los sintetizamos en un laboratorio para tratar de “suplementar” nuestra supuesta nutrición. Y luego, después de todo este carísimo juego para hacer algo que para los demás seres vivos es tan sencillo, también fabricamos un montón de supuestos remedios para nuestras dolencias.
Le puedes dar 378 vueltas al planeta tierra buscando a uno de esos que se llaman a sí mismos “ecologistas” y que esté dispuesto a afirmar que esta es la raíz de los problemas ambientales de nuestro planeta, y no lo encontrarás. Yo si lo digo.
El ecologista de turno pretende que sigamos viviendo de la misma forma que vivimos, pero sin perjudicar lo más mínimo al planeta y a las demás formas de vida. Ya les digo yo que es mucho más sencillo que suban ustedes mañana a la luna en bicicleta.
Esta gente que jamás ha tenido una relación amorosa con una azada, ni con cualquier otra herramienta que suponga trabo físico, no tiene ni la más remota idea de cómo funciona la verdadera “ecología” de este planeta. Yo lo tengo muy claro, el problema somos nosotros, todos y cada uno de nosotros, y nuestra forma de vida artificial, que parte de la base de una alimentación antinatural, alejada de la que practican el resto de animales salvajes. De hecho, el señor Moisés, lo explica con una claridad aplastante en su famoso libro “Génesis”, que da inicio a esa saga de diversos autores llamada “La Biblia”.
Civilización y ecologismo, términos antagónicos
Civilización y ecologismo son dos términos antagónicos. Superpoblación y ecologismo no pueden ir de la mano jamás de los jamases. Para que se hagan una idea, unos 300 años antes de cristo la población mundial estaba entorno a los 40 millones de habitantes, como mucho. Actualmente estamos muy cerca ya de los 8 mil millones de personas. O sea que 300 años antes de cristo había 200 millones de veces menos personas en el mundo. Ojo, no 200 millones menos de personas no, 200 millones de veces menos. O sea que cuando lleguemos a los 8 mil millones, que va a ser dentro de muy poco, seremos en el planeta 7.999.999.960 millones de personas más de las que había hace 2.322 años. Y si, todavía hay muchas personas en el mundo que piensan que eso no ha afectado para nada en el medio ambiente, y que aun podemos ser muchos más. Pensar que el planeta está destrozado por la acción humana, es, sin lugar a dudas, un razonamiento lógico, objetivo, inteligente y sensato hoy más que nunca. A su vez, creer que con esta brutal cantidad de bocas pidiendo comida, energía, comunicaciones, transporte, sanidad, ocio y mil cosas más, vamos a encontrar una forma de vida artificial que respete al planeta y a los otros seres que en el habitan, es de ser un auténtico ignorante falto de juicio. Pero hemos sido educados en la creencia de que somos los reyes de la creación, y los amos del mundo. Pero la Naturaleza nos está demostrando que eso es lo más ridículo que hemos pensado jamás. Me pregunto cuantos miles y miles de hectáreas quemamos los humanos mientras terminábamos el cursillo ese de “domador de fuego”. Solo con aquel “hito” en la historia de la humanidad, fue suficiente para destrozar muchísimos ecosistemas del planeta, y para producir una grave alteración en su climatología.
Tengo bien claro que las grandes fortunas del planeta están manejadas por individuos muy inteligentes. De hecho, no han llegado a ellas por mera casualidad. Y la mayoría de estos grandes magnates se ha dado cuenta perfectamente que los recursos son finitos, y que somos muchos y ejercemos una brutal presión sobre el planeta. Así que ellos, como yo, tienen claro que somos demasiados. Y es muy probable que tengan miedo de que sus fortunas no sirvan para nada en un mundo que empieza a hacer acopio de problemas muy severos. Así que es fácil que algunos de ellos promuevan sus ideas “proteccionistas” para con el medio ambiente y sus recursos, y que trate de popularizarlas o incluso imponerlas de forma totalitaria. Y para este fin, los cauces más fáciles los han encontrado en las asociaciones “ecologistas” y en los partidos que se muestran afines a ellas, bajo la misma absurda idea de que “podemos salvar al mundo sin dejar de ser civilizados y muchos”.
La ecología es la ciencia que estudia las relaciones de los seres vivos con su hábitat, y el ecologismo es “el arte” de defender la existencia de esas relaciones. Los humanos habitamos multitud de ecosistemas diferentes a los que nos son propios por naturaleza. Creer que podemos vivir de forma armoniosa con el planeta y sus criaturas, mientras violamos con nuestra presencia la ecología de todos los ecosistemas que no nos son propios, es una brutal insensatez. De hecho, hemos perturbado absolutamente todas las cadenas tróficas que existen en el planeta tierra.
La única ecología posible es volver a una vida natural salvaje, con una dieta “producida” y “cocinada” por la madre Naturaleza y ser pocos humanos. No conozco a nadie dispuesto ni preparado para tal empresa. Así que, tal y como nos enseña la mitología Bíblica, el resultado de nuestra “hazaña” civilizada, será destruirnos a nosotros mismos.
Algunos todavía creen que la culpa del deterioro ambiental es del capitalismo. Y afirman que, si volviéramos a la forma de producir de hace 60, 100 o más años, se solucionaría todo. Pero son los primeros que no están dispuestos a renunciar a la forma de vida de hoy en día, y por supuesto, a seguir teniendo hijos.
El proceder de aquellas épocas a las que algunos ineptos han dado en llamar “tradicionales”, pero que en absoluto lo son, porque la civilización está en continuo cambio siempre, aunque si es verdad que esos cambios actualmente se producen con más rapidez, es la que nos llevó a la situación actual, porque posibilito la súper población que hoy tenemos. “De aquellas aguas esto lodos.”. El capitalismo somos todos, y no es más que el efecto secundario de la vida artificial anti natura en sí misma. Porque el hombre civilizado busca conseguir de forma artificial, la calidad de vida que tienen los animales salvajes de forma gratuita de mano de la Naturaleza, y que nosotros perdimos al ser expulsados de Edén, por un pecado dietético.
La Agroecología, una invención
Que nadie les engañe con la película esa de que la “Agroecología” puede salvarnos de la destrucción. Básicamente porque la Agroecología no existe. Ya que no se puede ser Agro y ecológico al mismo tiempo, pues la agricultura es el arma de destrucción masiva más potente que hemos inventado los humanos. Ni hay una forma de vivir de forma civilizada en armonía con la naturaleza, ni la ha habido, ni la va a haber jamás. Civilización y preservación de la Naturaleza, son opuestos.
Los derechistas se aprovechan de que la mayoría de políticas “eco” no traen más que ruina económica, para repudiarlas y tratar de hacernos ver que no existe ningún problema ambiental y que en realidad tratan de arruinarnos para poder manejarnos mejor desde las elites. Que a veces esto último también ocurre.
Los progresistas han cogido el testigo del miedo de las grandes fortunas a quedarse sin planeta para seguir explotándolo, y se aprovechan de las subvenciones que proceden de ellas para tratar de copar todo el protagonismo en la lucha por “salvar el planeta”. Una lucha perdida de antemano. Aunque en realidad el planeta no es quien se va a destruir, sino la civilización humana. Lo cual será una bendición para las demás formas de vida y para el planeta en sí mismo. No es la primera vez que ocurre algo así en la Tierra, pero si la vez en que va a ocurrir de forma más global.
Nadie puede imponer sus ideas o manías proteccionistas sobre los demás individuos. Lo importante, lo sensato, lo honesto, es dar a conocer a los demás la verdadera realidad sobre los problemas ambientales del planeta, que no se circunscriben solo al famoso “cambio climático”, sino que tocan todos los demás aspectos de la vida humana. Y señalar a las verdaderas causas.
De hecho, si los que se llaman a sí mismos “ecologistas” verdaderamente lo fueran, en el primer punto en el que se pararían, seria en el hecho de que hemos jugado a ser Dios. Hemos fabricado en torno a 100 mil sustancias químicas de síntesis, que tienen en sí mismas el potencial de destruir a la especie humana por su toxicidad en el largo plazo, como demostró Rachel Carson. Y ese, mal que le pese a la ciencia, es el ultimo juego al que se juega.