Artículo de opinión de Carlos León Roch
Los ”mayores…muy ”mayores”, recordamos cuando sólo el Santo Hospital de Caridad, los pequeños de La Cruz Roja y el del “!8 de Julio” (y el Hospital Militar de Marina, claro) existían en nuestra ciudad, realizando- aquel- una gran labor caritativa, atendiendo a los más desamparados y, complementariamente, a la sociedad civil.
Ante aquella limitación hospitalaria, un grupo de afamados médicos cartageneros crearon un en 1963 un pequeño hospital privado, el Perpetuo Socorro, que les permitió- y les permite- ejercer libremente su profesión. Cientos de nosotros, médicos cartageneros, hemos trabajado allí, con diferentes vicisitudes…
Y en 1972 comienza una nueva época hospitalaria, con la inauguración del hospital Santa María del Rosell, que constituyó un hito en la asistencia sanitaria, en el que hemos entrega felizmente, la mayor parte de nuestra vida profesional al servicio de la Sanidad Pública, muchos de nosotros.
La ampliación de la cobertura a TODA la población (al principio solo estaban cubiertos los trabajadores por cuenta ajena) descubrió la insuficiencia del Rosell, con solo unas 250 plazas de hospitalización y se propició la construcción del magnífico gran Hospital General Universitario Santa Lucía, con 670 camas de hospitalización, y con CASI todos los Servicios Médicos y Quirúrgicos…Disponible desde 2011 gracias a la gestión e ”insistencia” de asociaciones vecinales como ”Cartagena-Futuro”; Colegio de Médicos y otros…que “convencieron” al entonces Consejero de Sanidad de la CARM, Francisco Marqués, a cuya decisión debemos estar inolvidablemente agradecidos…
Y, tras el innecesario y desafortunado abandono del magnífico Hospital de Marina de la Muralla, el Ministerio de Defensa construyó otro, también magnífico, moderno hospital en la subida de Tentegorra…, de triste y efímera vida, tras la drástica reducción de la dotación militar en la zona.
Las grandes empresas nacionales de la industria petroquímica del Valle de Escombreras, dispusieron de una cómoda clínica para sus trabajadores al final de la calle Wssel de Guimbarda, posteriormente adquirida por “otro grupo de médicos” que, a lo largo de los años la han desarrollado hasta un moderno hospital médico-quirúrgico abierto a la colaboración con la Sanidad Pública, con las Compañías de Seguros Sanitarios, y con el público.
Unos pocos de nosotros, médicos colegiados en 1970 contemplamos esta evolución hospitalaria en la que hemos participado…Y recordamos colegas fallecidos, monjas y enfermeros/as abnegadas y eficaces.
Y recordamos a pacientes que se nos quedaron grabados para siempre… Unos con éxitos gratificantes; otros con desgraciados desenlaces. Y muchos de nosotros- con el recuerdo inolvidable de un error, uno de los muchos que sin duda hemos cometido a lo largo de nuestras vidas profesionales. Error con el consuelo de no haberlo vuelto cometer…La Justicia y la Sociedad nos exige conocimientos, pericia, integridad y dedicación…
Y en la pared del salón de mi casa veo mi título (¡de 1969!) que “afirma” que soy “Licenciado en Medicina y Cirugía”…y, en efecto, en los tres últimos años de la Carrera estaban las duras asignaturas de “Quirúrgica UNO; Quirúrgica DOS y Quirúrgica TRES. Las tres fueron dadas mediante magníficas lecciones…teóricas. Solamente en escasísimas ocasiones – que apenas recuerdo- asistíamos – desde una claraboya del quirófano -a una operación.. Jamás me puse los guantes quirúrgicos… Naturalmente, no tenía ninguna “pericia” quirúrgica…aunque estaba habilitado para ejercerla….en casos excepcionales.
La impericia y la irresponsabilidad sí están recogidas en las leyes…y en la deontología médica, que delimita nuestras actuaciones al ámbito para el que estamos no solamente habilitados, sino adecuadamente preparados.
Los médicos son-somos-los responsables de nuestro comportamiento, de nuestros actos ..
Nuestra conciencia y la Sociedad, saben distinguir muy bien los errores que inevitablemente acompañan toda actividad humana, de la impericia, la irresponsabilidad y el intrusismo punible.