Artículo de opinión de Carlos León Roch
La afortunada ciudad turística siempre ha disfrutado de un merecido prestigio por su clima, por sus playas, por su plácida vida. “Placidez” profunda y felizmente alterada desde que, en 1988, fue localizado un pecio junto a su playa de La Isla, por arqueólogos del Museo Nacional de Arqueología Subacuátiuca y, especialmente cuando el Prf. Dr. Iván Negueruela, a la sazón director de dicho museo Nacional, inició el proyecto “Nave Fenicia”, que consiguió la extracción de restos de un barco, con unos 3000 años de antigüedad. Es un barco fenicio ”rebautizado” como Mazarrón I. Impresionantes restos, cuidadosamente conservados, y expuestos en el Museo, para disfrute y valoración nacional e internacional. Miles de cultos personajes de todo el mundo conocen y valoran- por eso- a Mazarrón.
Y continuó la suerte de Mazarrón, porque simultáneamente apareció otro pecio del mismo siglo VII (AC), en esta ocasión perfectamente conservado, con todo su diverso cargamento. Su proximidad a la playa y el riesgo de expoliación aconsejaron su protección con una ”jaula” metálica, en espera de la decisión final para su conservación y exposición.
Todos los indicios apuntan a la cuidadosa extracción del “ Mazarrón II”, su traslado al Museo Nacional de Arqueología Subacuática (uno de los escasos museos nacionales situados fuera de Madrid) para su recuperación y delicada conservación.
Un impensable hallazgo similar en cualquiera de los casi 8.000km de costas de España habría tenido un desarrollo parecido; una similar recuperación y conservación. Y una exposición en el único lugar acorde con la importancia del hallazgo, junto a su “hermano” el Mazarrón I.
Sí, Mazarrón tiene la suerte de perpetuar esos 3000 años de historia fenicia. Y de poder disfrutar de ella, ahí al lado.
En la ciudad hermana.